Manifiesto a los obreros del Señor de la mies
Luego de haber pasado varios lustros trabajando me detuve en un día lluvioso a observar el campo. Las gotas atentaban contra mi visión, mis pestañas cortinaban mis órbitas oculares para que pudiesen observar lo que ocurría.
En ese momento observé que unos pocos trabajadores estaban aún a pesar de la lluvia con sus herramientas en el medio del campo. sus pies estaban luchando por mantener la vertical en el barroso terreno, su vestimenta mojada se pegaba al cuerpo haciendo inútil la función de proteger del frío.
Mientras observaba eso escuche carcajadas detrás mío, cuando gire, vi a una muchedumbre que estaba bajo un gran granero, recostados en los fardos, en los sacos de granos y en cualquier lugar que le diera comodidad.
Entre ellos jugaban y se reían a carcajadas, algunos me miraban y señalaban al campo de manera socarrona. El granero era enorme, ahí estaban protegidos de la lluvia, tenían comodidad, tenían alimento, tenían luz, tenían combustible para generar calor.
En ese momento donde estaban generándose preguntas en mi corazón, una voz desde el campo me pide permiso para pasar. Era un trabajador que venía con su saco de grano limpio. Lo traía al hombro.
Me corrí del camino y lo veo pasar delante de mí, se notaba el esfuerzo en su rostro quemado por el sol, en su piel castigada por el viento y la lluvia. En ese momento el barro le juega una mala pasada y se va de boca al piso desparramando el saco de granos.
Me sentí inmediatamente un desconsiderado porque en lugar de ayudarlo mi única tibia colaboración fue la de hacerme a un lado.
Corriendo a ayudar a levantarse, escuche que desde el gran granero gritaban hacia donde estaba este obrero. Había interrumpido el entretenimiento y el status quo de diversión del granero, y eso pareció molestar. Comenzaron a vociferar contra el obrero y decían que todo lo hacia mal, que lo traía de forma incorrecta, que si lo hubiera hecho de otra manera podría haber traído cinco veces mas. que no es la primera vez que se va de boca y que siempre le pasa cuando llueve.
Ya las risas del granero fueron apagándose para dar lugar a un murmullo feroz contra este obrero. Comenzaron a hablar acerca de desafectarlo de la tarea, incluso de atarlo para que ni siquiera lo vuelva a hacer. algunos incluso llegaron a enojarse diciendo que el dueño del campo se enfadaría por los granos caídos al suelo y que eso no podía pasar nunca más, por lo cual habría que cortar de raíz con ese problema eliminando a ese trabajador.
Yo seguí ayudando a ese obrero a juntar todo el grano caído en su saco, cuando logramos juntar casi todo al intentar levantar la carga se rompe el saco, cayendo nuevamente toda lo recogido anteriormente. Desde el granero los gritos, la burla y el enojo llegaban como flechas.
Mire a los ojos al obrero y vi determinación, yo me sentí frustrado, pero este puso sus rodillas en el suelo, e intento remendar el saco con su camisa, yo también me saque la mía para colaborar y lograr improvisar un nuevo saco con todos los granos caídos.
Cuando logramos juntarlo todo nos dirigimos al granero, hubo un par de deslices a causa del terreno barroso pero logramos sostenernos de pie. Al llegar a la protección del techo, nos esperaban centenares de personas con mala cara, disgustados. Sonreí y cuando estaba saludándolos me interrumpieron haciéndome a un lado, y logrando tirarme al piso se pusieron cara a cara con el obrero.
"¿Qué es lo que estas haciendo?" "¿no sabes que al dueño del campo le gusta que las cosas se hagan de cierta manera?" "se nota que te falta mucho amor por lo que haces" " vos no tenes vocación" " vos no tenes el ESPÍRITU necesario para esta tarea"
Mientras lo sostenían de los brazos y lo maniataban y hasta incluso uno grandote que hizo un esfuerzo por pararse grito de que se le ponga un BOZAL.
En ese momento me llené de rabia ante tal acto de injusticia, pero no podía enfrentarme a toda esa turba de gente acomodada del granero, tampoco podría enfrentarme a los grandulones que me doblaban y hasta me triplicaban en peso. Tampoco podría en un enfrentamiento kilo por kilo.
Cuando hubieron saciado su juicio, vi como un grupo comenzó a dirigir su mirada hacia mi humanidad. Ese fue el momento en que supe que tenia que correr al campo.
Note como comenzaron a correrme, pero la persecución terminó cuando salí de la protección del techo del granero. Aquellos que intentaron atraparme en esos escasos metros se frenaron ante el barro y la lluvia.
Esos escasos metros que corrieron los hizo transpirar mucho, comenzaron a gritarme pero estaba tan aturdido por la huida que no logre entender que es lo que proferían. Aunque si pude notar la agitación que tenían, algunos les costaba respirar, otros tosían, otros incluso casi regurgitan lo almorzado por tal esfuerzo.
Evidentemente estaban fuera de estado.
Tal vez por mi inexperiencia, nunca había reparado en la gente que vivía en el granero, estaban vestidos como yo, y con ropa similar a la del obrero, sin embargo ellos la tenían medianamente limpia, sin retazos, sin parches, sus colores eran mas vivos, su calzado no estaba gastado, ni tenia agujeros. Estaban vestidos como yo, pero por alguna razón parecían tener un cargo superior al nuestro.
Tal vez el dueño del campo les dio ese poder para poder optimizar los resultados de su negocio. yo era un neófito, no tengo porque entender como maneja el dueño del campo sus negocios de esa manera, porqué pone más gente a controlar que a trabajar. Así que solo me consolé pensando que por algo será.
Ya en el medio del campo, me encontré con otro obrero que estaba terminando de llenar su saco. Me acerqué y lo saludé, le conté un poco de hace cuanto yo sembraba, limpiaba la maleza, regaba y también cosechaba, este trabajador también me contó acerca de su faena y de su experiencia.
Observé sus manos, y estaban tan callosas, con tierra en las uñas como la del aquel primer obrero que ayudé. Entonces le conté lo que había sucedido hace unas horas. El rostro de este segundo obrero se transformó. Me sentí mal por ser el transporte de malas noticias.
Yo lo ayude a terminar de armar su saco de granos, y ayude a transportarlo. La lluvia seguía intensa. En el camino me anime a mostrar mi insatisfacción por la decisión del dueño de la tierra por poner tantos trabajadores a controlar y tan pocos en el campo.
Éste me sonrío y me dijo, que esa no había sido la decisión del dueño del campo, sino que fue lo que esos trabajadores interpretaron.
Mientras me iba explicando estas cosas, mayúscula fue mi rabia y enojo recordando lo que le pasó al primer trabajador. y en el medio de los intercambios de opinión llegamos nuevamente al granero.
Allí estaban esperando nuevamente esa gente autogestionada. Mirándonos con recelo, esta vez no tuvieron mucho que decir porque el saco estaba bien cerrado y no nos caímos en el camino.
Al ubicarlo con el resto de la cosecha, se escucha una murmuración:
"un obrero como Dios manda hubiera traído 10 veces más y en menos tiempo..."
Inmediatamente otro dijo "AMEN!" y otro aplaudió mientras se ponía de pie contagiando a otros que se pusieron de pie trabajosamente y aplaudieron tal concepto.
"un obrero como Dios manda hubiera traído 10 veces más y en menos tiempo..."
Inmediatamente otro dijo "AMEN!" y otro aplaudió mientras se ponía de pie contagiando a otros que se pusieron de pie trabajosamente y aplaudieron tal concepto.
Vi sus mentones elevarse a 45° y como sus labios conformaron la curva inversa de la sonrisa, formaron con sus labios convexidad mientras apretaban con dureza los mismos. El ceño se fruncía con facilidad, tenían arrugas en la frente de tantas veces que habían gesticulado de esa manera.
En ese momento volví a sentir el cosquilleo en mis pies que me indicaban que era la hora de correr a la seguridad del campo y la lluvia.
Estos alérgicos a la tierra no darían un paso en la tierra fértil, por lo cual ante el primer espasmo muscular de uno de los representantes del órgano colegiado que controlaba di media vuelta y corrí con todas mis fuerzas al campo.
Casi burlándome sabiendo que no me alcanzarían me detuve a una distancia segura ya bajo la lluvia, mi sonrisa insoportable desapareció instantáneamente cuando vi que tenían al segundo trabajador y estaban realizando el mismo rito que hicieron con el primero.
Comencé a gritar desaforado tratando de que lo liberen, de que lo dejaran en paz, pero fue inútil mi esfuerzo, también lo maniataron y le pusieron un BOZAL, porque argüían que no querían siquiera escuchar su defensa.
Ya muy cerca del granero seguí gritando con más fuerza, pidiendo que liberaran a tal obrero ya que no pude hacer lo mismo con el primero.
Terrible fue mi error, porque en esa cercanía pude ver como tomaban piedras y comenzaron a tirarmelas.
Nuevamente a correr, mientras sentía los impactos en mi espalda, brazos, piernas y en última instancia mi cabeza.
Vi estrellas, sentía un zumbido ensordecedor en mis oídos, la visión se me nublo y me flaquearon las piernas derrumbándome en mi esfuerzo por huir.
Débilmente recuerdo unos minutos con el cuerpo en el barro, respirando débilmente observando como gritaban y festejaban desde el granero y se palmeaban unos a otros por la puntería que tuvieron.
Lo próximo que recuerdo es sentirme arrastrado al campo, siento el sol en mi rostro invitándome a despertar. Siento dolor en todas partes. tengo moretones en todo el cuerpo, tengo mi pantalón pegado a mi piel con sangre y barro. tengo el cabello duro, mezcla de tierra y sangre seca.
En el medio del campo, me rodean cinco trabajadores y me ofrecen agua, alimento, ropa, calzado y ungüentos para curarme.
Me restauran poco a poco, les agradezco por tanta ayuda desinteresada, y ellos me devuelven la respuesta con una sonrisa.
Pasan varios días hasta que logro restaurarme por completo, me siento parásito e intento ayudarlos en distintas tareas, les comento lo que había hecho en otras épocas y comienzo a trabajar a la par de estos.
En cierto momento ayudo a uno de los trabajadores a cosechar, a llenar su saco. Hablamos de muchas cosas, y eso me llena el espíritu, me reconforta, me llena de gozo y paz saber de tantas cosas nuevas.
Cuando estamos llenando el saco, mi sonrisa se desdibuja. sabía que venían tiempos difíciles, dentro de poco tendría que volver a acompañar a este obrero hasta el granero.
Me vinieron muchas ideas a la cabeza, irme antes de terminar, ponerme a ayudar a otro. hacerme el enfermo etc. Pero mientras pensaba en todas esas excusas el saco se fue llenando.
Como si las nubes supieran de lo que se avecinaba se tornaron negras y corrieron a gran velocidad para cubrirlo todo.
La primera gota cayó cuando estábamos cerrando el saco lleno de granos. Inmediatamente después se largo una torrencial lluvia. Comenzamos la travesía hacia el granero, y yo dudaba de contarle lo que le esperaba a este trabajador, tenía mucho miedo, vergüenza y no se que otros sentimientos más.
Este iba tranquilo, cantando, invitándome a mi a unirme a su cántico de alegría. Así nos fuimos acercando al granero, y ahí pude ver a cada uno de los que arrojaron piedras.
Antes de llegar al granero me detuve. y le pedí al trabajador que no siga. Le conté lo que había pasado con los dos anteriores trabajadores y la razón de porque me habían encontrado casi muerto.
El quiso seguir su camino igualmente. entonces poniéndome firme lo tome del brazo y le dije que íbamos a entregar el grano pero de otra manera.
Comencé a correr hacia el campo buscando a los otros trabajadores, busque uno por uno hasta que logrando juntar un buen número dije:
En ese momento volví a sentir el cosquilleo en mis pies que me indicaban que era la hora de correr a la seguridad del campo y la lluvia.
Estos alérgicos a la tierra no darían un paso en la tierra fértil, por lo cual ante el primer espasmo muscular de uno de los representantes del órgano colegiado que controlaba di media vuelta y corrí con todas mis fuerzas al campo.
Casi burlándome sabiendo que no me alcanzarían me detuve a una distancia segura ya bajo la lluvia, mi sonrisa insoportable desapareció instantáneamente cuando vi que tenían al segundo trabajador y estaban realizando el mismo rito que hicieron con el primero.
Comencé a gritar desaforado tratando de que lo liberen, de que lo dejaran en paz, pero fue inútil mi esfuerzo, también lo maniataron y le pusieron un BOZAL, porque argüían que no querían siquiera escuchar su defensa.
Ya muy cerca del granero seguí gritando con más fuerza, pidiendo que liberaran a tal obrero ya que no pude hacer lo mismo con el primero.
Terrible fue mi error, porque en esa cercanía pude ver como tomaban piedras y comenzaron a tirarmelas.
Nuevamente a correr, mientras sentía los impactos en mi espalda, brazos, piernas y en última instancia mi cabeza.
Vi estrellas, sentía un zumbido ensordecedor en mis oídos, la visión se me nublo y me flaquearon las piernas derrumbándome en mi esfuerzo por huir.
Débilmente recuerdo unos minutos con el cuerpo en el barro, respirando débilmente observando como gritaban y festejaban desde el granero y se palmeaban unos a otros por la puntería que tuvieron.
Lo próximo que recuerdo es sentirme arrastrado al campo, siento el sol en mi rostro invitándome a despertar. Siento dolor en todas partes. tengo moretones en todo el cuerpo, tengo mi pantalón pegado a mi piel con sangre y barro. tengo el cabello duro, mezcla de tierra y sangre seca.
En el medio del campo, me rodean cinco trabajadores y me ofrecen agua, alimento, ropa, calzado y ungüentos para curarme.
Me restauran poco a poco, les agradezco por tanta ayuda desinteresada, y ellos me devuelven la respuesta con una sonrisa.
Pasan varios días hasta que logro restaurarme por completo, me siento parásito e intento ayudarlos en distintas tareas, les comento lo que había hecho en otras épocas y comienzo a trabajar a la par de estos.
En cierto momento ayudo a uno de los trabajadores a cosechar, a llenar su saco. Hablamos de muchas cosas, y eso me llena el espíritu, me reconforta, me llena de gozo y paz saber de tantas cosas nuevas.
Cuando estamos llenando el saco, mi sonrisa se desdibuja. sabía que venían tiempos difíciles, dentro de poco tendría que volver a acompañar a este obrero hasta el granero.
Me vinieron muchas ideas a la cabeza, irme antes de terminar, ponerme a ayudar a otro. hacerme el enfermo etc. Pero mientras pensaba en todas esas excusas el saco se fue llenando.
Como si las nubes supieran de lo que se avecinaba se tornaron negras y corrieron a gran velocidad para cubrirlo todo.
La primera gota cayó cuando estábamos cerrando el saco lleno de granos. Inmediatamente después se largo una torrencial lluvia. Comenzamos la travesía hacia el granero, y yo dudaba de contarle lo que le esperaba a este trabajador, tenía mucho miedo, vergüenza y no se que otros sentimientos más.
Este iba tranquilo, cantando, invitándome a mi a unirme a su cántico de alegría. Así nos fuimos acercando al granero, y ahí pude ver a cada uno de los que arrojaron piedras.
Antes de llegar al granero me detuve. y le pedí al trabajador que no siga. Le conté lo que había pasado con los dos anteriores trabajadores y la razón de porque me habían encontrado casi muerto.
El quiso seguir su camino igualmente. entonces poniéndome firme lo tome del brazo y le dije que íbamos a entregar el grano pero de otra manera.
Comencé a correr hacia el campo buscando a los otros trabajadores, busque uno por uno hasta que logrando juntar un buen número dije:
Los obreros son pocos, y por ende son minoría. Ademas se nos indicó que debemos ser UNO, así como el redentor es UNO con su Padre.
La unión debe ser la de los obreros, compañeros de milicia, quienes son la minoría, para que la mayoría cancerígena que manifiesta tibieza y comodidad no destruya los corazones de los que han decidido SEGUIRLO poniendo su mano en el arado sin mirar atrás.
Porque el resto, su mayoría tibia los lleva a sentirse cómodos en su mayoría estancada y creen tener la unción extraterrenal para decirle a los obreros que es lo que hacen bien o mal.
Se jactan en su sobrepeso espiritual, producto de recibir y no dar nada, sudando aun cuando está helado el ambiente, creyendo que el calor bautismal ha descendido.
Se jactan en su sobrepeso espiritual, producto de recibir y no dar nada, sudando aun cuando está helado el ambiente, creyendo que el calor bautismal ha descendido.
Ya estuvo bien esto de quedarnos pasivamente recibiendo los golpes como si fuéramos mártires. Los mártires recibieron el castigo en sus cuerpos por gente que no sabe lo que hace, porque teniendo ojos son ciegos, Por eso hubo uno que dijo "perdónalos, no saben lo que hacen"
Nuestro martirio, si es que ocurre debe ser por aquellos que no saben la VERDAD, no puede venir de aquellos que están dentro del mismo campo. ¡Jamás!
¿Cómo puede ser posible que los que están trabajando arduamente en el campo sean objeto de escarnio y de humillación, de juicio y castigo de los que no pueden ni levantarse de sus fardos dominicales?
¡Trabajadores, UNÍOS! somos pocos, somos minoría. La mayoría esta en el granero y están juntos, están cómodos, esperando ser usados como un león, buscando a quien devorar.
Los que trabajamos debemos estar juntos, porque así como yo en el campo estaba herido y me restauraron, así debemos estar atentos para que ningún otro salga herido.
¿Cuántos obreros deben estar en esta misma hora tirados desangrándose en medio del campo?
¿Porqué dejar que los que entendieron la orden del dueño del campo para su conveniencia determinen si podemos vivir en paz?
"El que quiera oír que oiga" decía el dueño del campo todo el tiempo a todo aquél que acepto meterse a esta tierra bendita. En cada capacitación dijo "el que quiera oír que oiga" yo estaba presente cuando el dueño del campo estableció las reglas, no podemos permitir que ellos que oyeron ahora se hagan los que entendieron otra cosa.
Nos están cazando, uno por uno. estamos solos esperando que algo sobrenatural se manifieste y que haga justicia cuando bien clarito se nos indicó que debíamos ser uno, que debíamos estar unidos.
No quiero ver a otro trabajador caído, no quiero ver a otros trabajadores llorando en silencio. ya basta de tener que quedarnos callados como ovejas que van al matadero.
El cordero perfecto fue otro y ya hizo su sacrificio. nosotros no tenemos porque hacer ese sacrificio.
¡Obreros de la mies, UNÍOS! debemos aprender los unos de los otros, ayudar al que esta herido y caído, restaurarlo como lo hicieron conmigo. y juntos sembrar, regar y cosechar, y obviamente sacar la maleza sin culpa.
Y cuando nos acerquemos al gran granero, iremos juntos, nunca más solos, para que sepan que los que trabajan no están haciendo su faena en soledad. Que sepan que la piel que tenemos curtida es por el trabajo y se hizo resistente al filo de las herramientas, la maleza y los golpes.
Que sepan que nuestras piernas pueden correr a gran velocidad y distancia, que sepan bien que es producto de no quedarnos durmiendo, sino que observamos a la hormiga.
Que sepan que nuestros brazos están firmes de trabajar en todo tipo de condiciones, y que están preparados para hacer cosas mas grandes que el mismo dueño (según sus propia capacitación)
Esta es nuestra autoridad, y no es arrogancia, sino es cumplir con lo que el dueño del campo dijo, que es que debíamos ser uno, para que todos conozcan al dueño de la tierra.
Por mi parte todos los trabajadores del campo, que sepan que acá tienen a otro trabajador, compañero de milicia que no va a quedarse quieto ni callado nunca más cuando vea que otro trabajador se esta acercando al granero en un día lluvioso.



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